Cuestión de fe

El jueves, apoltronado en mi casa, realizaba el zapping de rigor cuando topé con un canal nacional donde un reportero entrevistaba a los vacacionistas, quienes esperaban cruzar la caseta de peaje en la Autopista del Sol. Preguntaba cuántas personas viajaban y cuánto dinero calculaban gastar. Las respuestas comenzaban o remataban con un “si tenemos suerte” “ahí la llevamos, joven, haciendo magia” o “¡újule!… Mejor no pienso en eso, ya dios dirá” Luego de despedir al reportero daban paso a otro segmento, pero esta vez con música sacra y close up de imágenes religiosas, destacando la de Jesús. El conductor hacía hincapié en la fe del mexicano durante la Semana Mayor, una devoción avalada por miles de muestras de sacrificio en la historia del catolicismo. Por último el mal, representado en Judas. Pero como dijera Jack el Destripador, vayamos por partes.

 La Encuesta sobre la Percepción Pública de la Ciencia y la Tecnología en México 2011 (Enpecyt), elaborada por el CONACYT y el INEGI, reveló que más del 70% de los mexicanos cree en milagros, en el diablo, en la magia o la suerte. Se realizaron preguntas de conocimiento general sobre asuntos científicos, y la gran mayoría se equivocó al afirmar, por ejemplo, que los electrones son más pequeños que los átomos, o que el sonido viaja más rápido que la luz. Otros yerros correspondieron al tema de la genética, el planeta Tierra y la evolución humana.

 El director del CONACYT, Enrique Cabrero Mendoza, aseveró que si bien las tradiciones, creencias y la vida espiritual de pueblos y personas deben conservarse, problemáticas como enfermedades, contaminación ambiental y conflictos sociales, entre otras, deben ser resueltos con base en el conocimiento científico. Sostuvo además que se necesita impulsar estrategias para transformar la percepción de la ciudadanía respecto de la importancia de estos rubros. «No se trata de que seamos 120 millones de científicos, sino que la población comparta el valor de la ciencia y sepa que el científico, el médico, el ingeniero cuentan con suficiente información para apoyarlos a mejorar su desarrollo.»

 Ustedes se preguntarán qué coño tiene que ver lo anterior con las vacaciones de Semana Santa. Me aventuro a vaticinar (cual pitoniso empedernido) que el día 13 de abril (si no es que antes) más de uno estará lamentando su mala suerte por las deudas adquiridas, los divorcios o accidentes vividos. Otros creerán que las enfermedades contraídas son castigo divino por no haber ido a la iglesia en estos días de guardar, porque comieron carne o cayeron en las malignas garras del pecado. Algunos más pensarán en la mala suerte del connacional fallecido por gula, aplastamiento, ahogamiento, o por razones misteriosas o mágicas, las mismas condiciones de quienes estuvieron a nada de morir y se salvaron de puro milagro.

 ¿Y cómo revertir la mala suerte? ¿Cómo romper los maleficios adquiridos? ¿Cómo recuperar la fe? Hay varias opciones: consultar a un curandero, buscar el alivio en la iglesia más cercana, sentarse a esperar a que la suerte cambie a su favor, o mejor aún, abandonarse al sufragio electoral donde el destino ha puesto ante sus ojos un abanico de candidatos, quienes por enésima vez tienen la solución a todos sus problemas económicos, de salud, jurídicos, sociales, culturales, ecológicos, de vivienda, igualdad de género, seguridad, infraestructura aérea, terrestre o marítima, entre otros.

 No nos fijemos en los obscenos sueldos de quienes comandan los poderes de la nación mexicana. Debemos comprender que ellos tuvieron la suerte de ser favorecidos por el voto ciudadano. Es más, es probable que muchos de ellos viva esa vida de opulencia por castigo divino; el privilegio como su cruz y la impunidad como su calvario. Por suerte nosotros solo somos personas jodidas, pero a salvo de esa maldición… ¿O no? (Antonio López)

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