Nosotros los hombres ignorantes que hacemos la guerra

Hoy 15 de mayo se festeja al maestro. Sería romántico pensar que don Octavio, maestro fontanero, o a Mayito, maestro albañil, y a tantos otros que saben de su oficio pero viven en el subsuelo social de este México, les tocara una compensación única anual libre de impuestos, o un bono de esos logrados en las batallas libradas por los maestros contra el Estado. Pero no, será solo para aquellos agremiados, aquellos profesores templados en las filas del magisterio.

Desafortunadamente será parejo, incluidos los maestros que no saben enseñar geografía o español. Seguirán abundando los trasplantes “multiorgásmicos” y la “creación de nuevos estados”. Seguirán multiplicándose los aprendizajes deformados por las carencias existentes en cuanto a recursos técnicos, pedagógicos, y hasta humanos. Faltan aulas, pupitres, maestros. Faltan teles en las telesecundarias, señal vía satélite. Seguirán existiendo cargas académicas demenciales para unos, y para otros ninguna porque estarán en la nómina de la nación como políticos. Los maestros de vocación y de excelencia son una “enorme minoría”, y los maestros mediocres una “pequeña mayoría”.

Un mi afecto me dijo: “Miralo, si los maestros necesitan ganar más para que este país mejore su calidad educativa, que se les pague. Es más, si es necesario becarlos para que vivan un año, o dos, o tres (o los que hagan falta) estudiando en cualquier parte del planeta, y luego vuelvan para encaminar a las nuevas generaciones por el camino del desarrollo, que se les pague, que tengan las comodidades para que no distraigan su magisterio, su apostolado, para que no sientan como un martirio el tener que ir a cualquier rincón del país para enseñar todo lo aprendido, orgullosos de su país y de su gente.

Armando Ruiz Aguilar* compiló correspondencia entre Francisco Villa y Emiliano Zapata, dos “ignorantes” que reconocían no haber ido a la escuela, tener una preparación escasa en cuestiones de cultura general y apenas garabatear remedos de firmas. Por esas carencias confiaron su voz a los “leidos y escrebidos”, que fueron plasmadas en misivas donde perpetuaban su sentir y sus motivaciones rebeldes. Zapata le escribe a Villa, en una de esas cartas: “…la ignorancia y el oscurantismo en todos los tiempos no han producido más que rebaños de esclavos para la tiranía…” O la confesión hecha por Villa y escrita debajo de una dedicatoria de las fotos que regalaba a quien lo visitaba en Canutillo, donde se retiró a trabajar mientras el país comenzaba su eterno camino hacia el desarrollo: “…estas letras las aprendí yo solo sin haber tenido un día de escuela. Perdonen los errores…”

Imagínese usted la cara que hubieran puesto Villa y Zapata, si escucharan al Presidente de México decir (rayando el absurdo): “Por un lado (esta carretera) acerca al gobernador del estado vecino de Anenecuilco, y de igual manera acerca al estado de este estado, al gobernador de este estado, al estado de Río Grande, donde se ubica Río Grande.”

Sí, imagina usted bien. No sólo lo hubieran destituido del cargo, sino que lo hubieran fusilado ahí mismo, con todo y confeti, como lección para los siguientes postulantes a la presidencia. Porque un hombre que no conoce el terreno que pisa, o es un invasor, o es un pendejo, y para pendejos ya no hay tiempo. Si a principios del siglo XX no había paciencia para seguir pendejeando, imagínese ahora en el siglo XXI.

Los mexicanos hemos traicionado a la patria, la hemos hundido más allá de lo imaginado. Sí; tú, yo, él, nosotros, ustedes, aquellos. No sabemos quién nos alimenta porque el campo se ha dejado de sembrar. Hemos entregado este país a los especuladores, a los extranjeros avecindados en esta tierra que nació de un mito genial, de un sueño soñado por Izcóatl. Brotamos de un sueño y eso casi nadie lo sabe, porque estamos dormidos en la oscura noche de la ignorancia. Feliz día del maestro. (Antonio López)

* Ruiz Aguilar, Armando

Nosotros los hombres ignorantes que hacemos la guerra; Correspondencia entre Francisco Villa y Emiliano Zapata / Armando Ruiz Aguilar (compilador)

México : CONACULTA : 2010

331 p. (Memorias Mexicanas)

 

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