¿Qué es el Arte?

Una surrealista mañana Dalí declaró: “Es fácil reconocer si el hombre tiene gusto: la alfombra debe combinar con las cejas.» Dicho lo anterior giró la cabeza veinte grados al suroeste, y luego la levantó a noventa grados del Ecuador, rematando la escena con la unión de las puntas de su largo bigote.

La escena fue la mejor respuesta cuando le pidieron a Salvador Dalí definir qué era el Arte. En su bigote la Banda de Moebius fue una de las muchas respuestas a esa palabra que encierra desde el principio de los tiempos ideas, emociones, percepciones y sensaciones, desde diferentes trincheras. Hasta el día de hoy abundan “agudos especialistas y definidores” de lo que es Arte, intentando con eso corregir o educar sobre su definición. ¿Quiere usted intentar construir su propia definición de Arte? Bien podría comenzar por leer a Gombrich y a Vygotsky. Luego, podría considerarse listo para construir su propia definición. No se fíe de los sofistas ni de los especuladores de la palabra, que al primer hervor terminan empeñándola a cambio de espejos. Que no le digan y que no le cuenten, porque a lo mejor le mienten.

Hoy es el aniversario de Dalí, un pintor que a mí me gusta mucho. No soy experto en apreciación del arte pero sus trazos se quedaron en mi memoria. Movieron algo en mi condición humana, y si algo me gusta confío en eso. A puro instinto, aunque los especialistas opinen, digan o desdigan de lo que yo aprecie.

Les dejo este cuento de mi inspiración: un genio.

Salvador Domingo Felipe Jacinto Dalí i Domènech tuvo su primer lección de surrealismo al visitar la tumba de su hermano. Fue un encuentro anunciado por sus padres, quienes le habían dicho más de una vez que otro nació antes de él, y se encontraba en otro mundo. El camino se prolongaba y la impaciencia invadía su fingido ánimo. Fue su madre quien lo sujetó de los hombros y lo puso frente a la decolorada piedra para leer: Aquí descansa nuestro amado hijo Salvador Domingo Felipe Jacinto Dalí i Domènech. Ahí, el futuro Marqués de Púbol supo que su hermano habitaba el mismo tiempo pero en otra dimensión, otro espacio. ¿El cielo? ¿El infierno? Tal vez una mezcla de ambos, el cual Salvador Dalí retrató más de una vez, intentando entonces, desde la vida, encontrarse con su hermano hasta allá, donde la muerte.

Muchos años después, en plena madurez artística Dalí, antes de dormir, se cubría el pecho con pasta de almendras. Soñaba entonces los paisajes más alucinantes, terrenos que él sabía eran un mismo espacio pero con distinta frecuencia. Así, sin mover más que sus ojos en erráticas trayectorias, perfilaba el camino para intentar ver aunque fuera un instante al otro Dalí. Despertaba con la imagen de lo soñado en su memoria, luego se desprendía la pasta de almendras y amasaba un muñeco, una figura del otro Salvador, el de la muerte, y se lo comía acompañado con infusión de hierbas mientras pintaba. Al terminar, de inmediato intentaba cambiarse el nombre, y después de muchos años algo logró. Hubo quien lo llamó “El de Figueras”, otros “Marqués de Púbol” “Surrealismo” “Gala” ”Avida Dollars” “Enfermo patológico”. Los más lo llamaron “Loco”, los menos “Genio”.

Salvador, el de la vida, nunca entendió por qué el otro Salvador, el de la muerte, no hizo por comunicarse con él. Cada vez que intentó acercarse tuvo el presentimiento de que éste se alejaba. Era evidente entonces la existencia de otros mundos residiendo en la tierra, y se puso a desarrollar su verdadera pasión, su verdadero arte; el de escribir. Estaba seguro que llegado el día cuando él, Salvador Dalí, muriera, el otro Salvador Dalí, el de la muerte, saltaría a vivir. (Antonio López)

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