Panes & Peces

De película
Aún recuerdo las encerronas en mi cuarto con tres chipotonas, cuatro películas VHS de Video Denver y una hamburguesa recién preparada. Era el inicio de los años noventa y en Tuxtla rifaban las salas de cine con permanencia voluntaria, tortas de pollo en escabeche, palomitas y refrescos de cola.
Esos días de quincena eran sagrados para mí. Recién había leído el libro Fiebre de sábado por la noche, y me sentía Tony Manero pero no en versión Disco, sino en versión Video Home System, gastando los restos de mi quincena en aquellas tardes memorables. Al cine iba poco, esperaba a que los estrenos salieran en vídeo para verlas en mi televisor.
Ya había aguantado el cambio de Beta a VHS, y el recambio a CD fue igual de jodido. Hacer obsoletos formatos que funcionaban bien. Lo que si no cambió fue mi asistencia a las salas de cine. Si acaso dos veces o tres al año, y ya.
Veintitantos años después, y cumpliendo mi cuota anual de idas al cine 2014, esperaba el inicio de una película (no recuerdo cuál) viendo los avances de los próximos estrenos: RoboCop y El Vengador del Futuro. ¿Estrenos? ¡A chingá! ¡Esas películas las había visto cuando estaba en la preparatoria hacia más de veinte años! Los comentarios que alcancé a oír en las butacas contiguas eran de: se ve buena… hay que venir… ésta es la época de la ciencia ficción. Lo único que atiné a pensar fue: ya estoy más cerca de mi muerte.
En el año dos mil compré un libro titulado “Historia popular del cine: desde sus inicios hasta que comenzó a hablar” (Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1996), escrito por el genial Paco Ignacio Taibo I. Ahí me enteré de que en el cine silente no importaba el idioma que hablaran los actores, importaba la acción dramática. Me enteré también de una historia filmada en 1925 (https://archive.org/details/lost_world), acerca de un “mundo perdido”. Esa película se basó en el libro homónimo de Arthur Conan Doyle (quien actúa en dicho film), publicada en 1912.
El argumento trata sobre una expedición que viaja de Londres a Brasil con el fin de encontrar el mundo perdido que se menciona en el diario del desaparecido explorador Maple White. Los viajeros llegan a una meseta misteriosa en la selva amazónica. Un espectáculo excepcional se les ofrece: el lugar ha permanecido como en la época de los dinosaurios.
Setenta años después aparece la película Parque Jurásico, acerca de un “mundo perdido” pero con un giro distinto a la adaptación silente, la del genoma como posibilidad de recreación de la época de los dinosaurios. Película basada en la novela homónima “Jurassic Park”, de Michael Crichton. Steven Spielberg partirá la historia en tres, haciendo millones en taquilla.
Dice mi dilecto y fino amigo Lucia Villarreal Rodas: Quien esté libre de influencias, que arroje la primera metáfora. Cuando en esta vida matraca comienza uno a ver como novedad algo pasado o tratado con anterioridad, es cuando descubre que la maquinaria neoliberal está perdiendo el toque en esto de entretener a las masas. A don Spielberg se le han acabado los argumentos, y trae como nueva novedad Poltergeist, película producida en 1982 y vuelta a filmar en 2015. Imagino en esta nueva entrega aparecerán teléfonos móviles, computadoras y tabletas.
Escribiré un nuevo argumento de El Mundo Perdido donde un niño luchará contra extraterrestres montado en un dinosaurio. Tendrá un “bumeran” por arma, valor e ingenio…¿eh? ¿Ya existe? Me comenta mi otro yo que esa historia ya fue contada (https://www.youtube.com/watch?v=ci3eGMbLcVI).Qué mala suerte. (Antonio López)