San Cristóbal, presa de grupos armados

Del camino de Saclamantón comandos armados ingresan a la ciudad

Por ahora, después de las casi seis horas de zozobra, esta parte del Periférico Norte Oriente parece desértica. Silencio en las calles, restos de llantas quemadas, columnas de humo, calles bloqueadas y en ocasiones, el cielo vuelve a retumbar con estruendos de balas de alto calibre, esta vez más lejanos y aislados.

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El caos de este lunes inició con la ejecución de Jerónimo Ruiz, conocido bajo el alias de «El Artesano», líder de los locatarios del Mercado de Artesanías de Santo Domingo y primo hermano de Narciso Ruiz Sántiz, dirigente de la Almetrach.
Jerónimo viajaba en un Volkswagen Jetta GT rojo con placas DLE-01-5-D cuando dos hombres en una motocicleta le dieron alcance sobre la calle Galilea de la colonia Nueva Esperanza y abrieron fuego en al menos seis ocasiones.
La ráfaga le quitó la vida al instante y la noticia sólo fue el teaser de lo que se avecinaba: detonaciones, incendios provocados, caos y pánico.

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Pasó poco más de una hora del asesinato y las escuelas de la zona cerraron sus puertas porque sabían lo que venía. Padres de familia corrieron por sus hijos, las unidades de transporte que se dirigían a Saclamantón cambiaron su ruta y se regresaron a San Cristóbal.
Minutos después del mediodía, el caos inició.
Detonaciones de armas de fuego de distintos calibres retumbaron en la zona Norte Oriente en distintos frentes; colectivos y automóviles particulares retrocedieron su marcha ante los balazos y grupos de hombres armados empezaron a tomar las calles, en medio de crisis nerviosas de los pasajeros y transeúntes.
Familias corrieron para refugiarse en sus viviendas o para pedir asilo; los comercios cerraron puertas y ventanas, y en minutos, las calles quedaron despejadas, presas de hombres encapuchados con armas de fuego, quienes se adueñaron de esta parte del periférico.
Muestra de ello es que han quemado llantas en la calle a manera de barricada y un grupo más incendió una vivienda en el barrio Santa Cruz.

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Son las 17:30 horas y la población, al menos en esta parte de San Cristóbal, es aún presa de los grupos armados que parecen dueños de la zona norte oriente de la ciudad.
Las detonaciones parecen no tener fin, cesan por momentos, pero después, las ráfagas se escuchan más cerca y en aumento.
Hace dos horas que el alcalde de la ciudad, Mariano Díaz Ochoa dijo a un medio estatal que militares y policías harían un barrido y levantarían a quienes encontraran en la calle.
Hasta ahora nada de eso ha sucedido y la población sigue en crisis, olvidada de la seguridad y en medio de una lluvia de balas que no cesa.
Del camino de Saclamantón comandos armados ingresan a la ciudad, es el preludio de que esto aún no termina, por el contrario, acaba de comenzar.
Así ocurre. Dos jóvenes identificados como José Alfredo y Luis Ricardo son bajados a tiros de la motoneta en donde viajaban y quedan a mitad de la carretera, frente a la otrora caseta de vigilancia y debajo del arco de Seguridad Pública.
A pesar de ello, las detonaciones no cesan; por el contrario, parecen haber tomado más fuerza.
Más casas son incendiadas y el caos reina de nuevo.
Un helicóptero sobrevuela la zona una vez y más de una hora después repite la misma trayectoria.
De los guardianes del orden ni el polvo, aún se encuentran reunidos del otro lado de la “zona de guerra”, donde todo está tranquilo.
En los noticieros locales, los pobladores muestran su descontento ante la apatía del presidente municipal a quien piden “renuncie si no puede”.
Se ven rebasados y las órdenes de actuar, llegan más de siete horas después cuando las detonaciones han cesado y el “campo” casi ha sido desalojado.
Las calles siguen desérticas cual pueblo “fantasma”.
En los grupos de WhatsApp de las colonias Benito Juárez y Nueva Esperanza piden a sus habitantes se resguarden, dicen que el “silencio” es engañoso. No se sienten protegidos ni siquiera porque las autoridades ya han arribado al lugar y tomado “acciones”.
-Se espera una noche larga -cuenta un vecino- pues el miedo aún se respira entre las calles de cartuchos percutidos.

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